Otra explicación al SIDA
por Heinrich Kremer
(entrevistado por Alfonso Serra Gallego)
En esta entrevista, el doctor Kremer devela cómo y por
qué es que se inventó el SIDA. Del mismo modo, nos muestra cómo es
que seguimos utilizando contra él tratamientos que son igual o más
agresivos que el propio SIDA.
Ex director médico de una clínica especializada en
drogodependencias, Heinrich Kremer es uno de los científicos disidentes
de la versión oficial sobre el SIDA. Como muchos de sus colegas, está
convencido de que el VIH, "un virus cuya sustancia genética y
proteínas nadie ha sido capaz de aislar", no existe. En su opinión,
esta enfermedad -que él califica de etiqueta- es una creación
de la industria farmacéutica, que ha sabido rentabilizar un miedo
social -según este experto- absolutamente injustificado.
En esta entrevista, el doctor Kremer devela cómo
se inventó el SIDA y por qué seguimos utilizando contra él
tratamientos que, en su opinión, son tan agresivos como el propio
SIDA.
El pasado mes de octubre visitó nuestro país el doctor
en Medicina Heinrich Kremer, uno de los científicos disidentes de
la versión oficial sobre el SIDA. Kremer impartió un curso sobre las
causas, mecanismos y tratamientos no agresivos de la inmunodeficiencia
y de las enfermedades incluidas bajo la etiqueta SIDA y ofreció una
conferencia de prensa en la que expresó su convencimiento de que el
VIH -supuesto desencadenante del SIDA- no existe y, por tanto, es
inocente de todo aquello de lo que se le acusa. Entre 1981 y 1988
Kremer fue director médico de una clínica especializada en drogodependencias
que atendía las zonas de Berlín, Schlewig-Holkstein y Baja Sajonia.
Fue en esa época, especialmente a partir de Junio de 1983, cuando
tuvo sus primeros contactos con el SIDA. Tal y como él mismo nos explicó,
ese año se le ordenó no utilizar la vacuna francesa contra la hepatitis
B porque se encontraba infectada por el virus del SIDA. Curiosamente,
el VIH era, hasta ese momento, un total desconocido. A raíz de aquellos
hechos, sus planteamientos han chocado frontalmente con la versión
oficial sobre esta enfermedad y hoy es -junto al virólogo Stefan Lanka,
uno de los científicos más comprometidos e interesados en encontrar
la auténtica verdad sobre el SIDA.
¿Cuáles fueron sus inicios en la investigación
del SIDA?
Todo empezó en junio de 1983, antes de que nadie hablase del VIH,
cuando el Ministerio de Salud alemán me informó de que la vacuna francesa
contra la hepatitis B estaba infectada por el virus del SIDA
y me exigió que, en su lugar, utilizara la norteamericana. En Septiembre
de 1984 otra orden ministerial me emplazó a enviar a Berlín los sueros
sanguíneos de los pacientes que habían recibido esta vacuna en 1982.
Los sueros iban numerados. Mandamos en total 52 muestras y 18 fueron
diagnosticadas como contaminadas. Lo que los del Ministerio no sabían
es que 8 de esos sueros supuestamente infectados pertenecían
a mis colaboradores y a mí mismo. Ante dicho resultado, me
dirigí a Berlín para comprobar personalmente el mecanismo del test
utilizado. El 15 de Septiembre de 1984 el doctor Gallo lo había enviado
a Berlín y una semana después esos sueros fueron los primeros que
se analizaron en la República Federal.
¿Y qué conclusiones sacó de todo ello?
Primero, y lógicamente, que el test no era en absoluto fiable. Y esto
ha sido continuamente así, a pesar de todas las modificaciones, reajustes,
cambios de criterio, etc., que se han realizado para evitar las enormes
diferencias en los resultados y esconder las contradicciones que aparecían
entre un tipo de test y otro, entre una marca u otra del mismo test
e, incluso, con el mismo test de la misma marca. En segundo lugar,
observé que todos los pacientes que habían dado positivo procedían
de las mismas ciudades: Berlín, Francfort, Bremen, Hannover y Hamburgo.
Ahora, con más perspectiva, puedo señalar que de estas ciudades, precisamente
las zonas donde hay más consumo de heroína y cocaína así como mayor
número de enfermos de hepatitis, siguen proviniendo el 60 por ciento
de todos los casos de seropositividad alemanes. Además, observé que
el 70 por ciento de los afectados eran homosexuales y que había otro
20 por ciento de drogadictos.
El SIDA es resultado de la quimioterapia farmacéutica
¿Qué papel tienen los medicamentos al uso
en los orígenes del SIDA?
Decisivo, hasta el punto de que puede afirmarse que el SIDA es resultado
de la quimioterapia farmacéutica. En particular, a principios
de la década de los setenta, en Estados Unidos -y luego en Europa-
se introduce un medicamento compuesto por dos sustancias, la sulfonamida
y el trimetroprim, que se vende comercialmente como Bactrim en unos
países y como Septrim en otros. Este fármaco tuvo éxito en un principio
porque no se limitaba a detener las bacterias, sino que las destruía.
En Occidente, el grupo de población que más frecuentemente tomaba
ese medicamento eran los homosexuales debido a las frecuentes neumonías
e infecciones que padecían en las vías urinarias. Pero el Bactrim-Septrim
también ataca a las mitocondrias celulares, que son antiguas bacterias
que se fueron integrando simbióticamente en las células. Las mitocondrias
son los pulmones de las células y, además, al final de la cadena respiratoria
se forma el ATP, que es la molécula energética fundamental. Aproximadamente
el 90 por ciento de la energía que necesita nuestro cuerpo la obtiene
en forma de dicho ATP. Las mitocondrias afectadas por el Septrim-Bactrim
sufren mutaciones en su ADN, que no tiene los mecanismos de autoreparación
de los que sí dispone el ADN del núcleo. Estas mutaciones se transmiten
directamente de la gestante al feto, pues el ADN mitocondrial no proviene,
como el nuclear, de ambos padres por vía sexual, sino exclusivamente
de la madre. De ahí estas nuevas enfermedades infantiles llamadas
precisamente enfermedades mitocondriales. Pero la interferencia de
dichos antibióticos en el funcionamiento de las mitocondrias tiene
otra grave consecuencia: al trastocar los mecanismos de oxigenación,
determinados microbios tienen ventajas comparativas para proliferar
y entonces aparecen estas enfermedades oportunistas que la medicina
oficial llama SIDA. Y esto es decisivo para entender por qué se inventó
el SIDA en 1981 en los Estados Unidos. En el marco del Movimiento
de Liberación Gay de los años setenta -y por prescripción de
los médicos que los atendían-, una parte de los homosexuales estuvo
tomando el Bactrim como preventivo durante años. Entonces empezaron
a aparecer las graves consecuencias físicas (en cada célula hepática
hay aproximadamente 2.000 mitocondrias) y mentales (en cada célula
nerviosa hay una 1.000) de estar tomando, por primera vez en la historia
de la medicina, constantemente sulfonamidas. Como los médicos que
las prescribieron y los laboratorios que las fabricaban se temieron
una avalancha de reclamaciones millonarias, desde altas instancias
(por ejemplo, el entonces vicepresidente norteamericano George Bush
está estrechamente ligado a las grandes empresas farmacéuticas) se
puso en marcha la operación SIDA, que no por casualidad estuvo circunscrita
inicialmente al colectivo gay. Los homosexuales que iban a morir a
causa, en particular de la destrucción de sus mitocondrias por los
antibióticos, tenían que ser presentados como víctimas de algo nuevo
que, tampoco por casualidad, desde el inicio fue anunciado como necesariamente
mortal, aunque no había prueba alguna de que lo fuese. Se
acababa de inventar precipitadamente el SIDA y, posteriormente,
se inventó una supuesta causa: el inexistente VIH.
¿Y en la actualidad este Bactrim-Septrim
se combina con el AZT y otros nucleósidos análogos?
Desgraciadamente, así es; y la combinación de ambos fármacos impide
la formación del ADN, tanto genético como mitocondrial, lo que desconocen
muchos médicos. Incluso las seropositivas embarazadas y algunos
de los recién nacidos que los doctores suponen enfermos de SIDA reciben
fuertes dosis de este cóctel farmacéutico. El Bactrim se
utiliza en muchas ocasiones como profilaxis para las pulmonías, que
son siempre neumonías bacteriales, y lo que entre adultos se presenta
sólo dos veces al año, en los niños supuestamente afectados de SIDA
-que casi siempre son hijos de madres drogadictas- resulta mucho más
frecuente. Además, este tratamiento hace que las células de estos
chiquillos se debiliten aún más, porque los pequeños generan sus células
inmunitarias en los primeros 15 meses de vida. Al nacer, los bebés
son protegidos por las células inmunitarias de la madre y, lamentablemente,
vienen al mundo enfermos a causa de la drogadicción de aquélla. Lo
inaudito es que se les dé AZT en esta fase tan vital de su existencia.
Y luego hablan del SIDA pediátrico como de algo fulminante y mucho
más letal que en el adulto.
Hemos estado usando concentrados de sangre contaminados
¿En qué medida se puede asociar el uso de
drogas al SIDA?
No hay duda de que el consumo de drogas produce inmunodeficiencia.
Además, en 1985 los norteamericanos introducen la metadona como parte
del tratamiento contra la drogadicción, haciéndolo primero en el sur
del país y luego en Nueva York, para exportarla posteriormente a Europa.
La metadona disminuye el estrés del adicto durante el proceso de reducción
de las dosis, sobre todo de heroína; pero, como se ingiere oralmente,
no produce exaltación, por lo que el mercado introduce la cocaína
como estimulante, que multiplica la hormona del estrés del corazón
-el cortisol- hasta que, cuando llega al máximo, suben los anticuerpos
en sangre. Es entonces cuando el test del VIH da positivo, algo que
resulta palpable en los grupos de riesgo, tal y como han admitido
Gallo y sus colaboradores. Todos los drogadictos que toman cocaína
corren el riesgo de que ascienda su nivel de anticuerpos en la sangre
y el test de VIH no mide otra cosa que el nivel de los anticuerpos.
Es importante observar que los países europeos que tienen mayor cantidad
de casos de SIDA son los cuatro que introdujeron programas de metadona:
España, Francia, Italia y Suiza. El alto nivel de anticuerpos explica
los resultados positivos de los hombres homosexuales que han tenido
frecuentes infecciones, de los drogadictos que también las han sufrido
y de los hemofílicos que hasta 1985 recibieron concentrados -procedentes
de miles de donantes- para la sangre. Estos hemoderivados provenían
del sur de los Estados Unidos, ya que la OMS prohibió en 1975 los
concentrados sanguíneos procedentes del Tercer Mundo.
¿Nos podría aclarar este asunto más detalladamente,
pues es importante para los hemofílicos?
Por iniciativa del doctor Hässig, actualmente otro de los disidentes
del SIDA, la OMS tomó la decisión de cortar el suministro de sangre
a Europa desde el Tercer Mundo. Pero -como en el caso del SIDA- fue
peor el remedio que la enfermedad, ya que las multinacionales farmacéuticas
europeas se empezaron a aprovisionar en los Estados Unidos. Allí obtenían
la sangre de pools recogidos cerca de la frontera entre numerosísimos
inmigrantes ilegales que la vendían por un dólar, a pesar de tener
hepatitis u otras dolencias. Y los europeos utilizamos esos concentrados
que, hasta en un 99 por ciento, contenían proteínas contaminadas.
No es de extrañar que los hemofílicos enfermaran tan gravemente. Se
comprende así la introducción del virus fantasma que se oculta tras
esta turbia historia. Y la industria farmacéutica, que habría tenido
que hacer exhaustivos controles clínicos, lo que hizo en realidad
fue un buen negocio gracias al citado virus fantasma, el VIH.
El tinglado económico que mueve el SIDA es insospechado
Entonces, ¿es el SIDA un problema más político
que sanitario?
En realidad, el SIDA es la punta de un iceberg que nos compromete
a todos. Los enfermos creen que pueden superar todos los límites biológicos
posibles, ya que están convencidos de que los médicos tienen los recursos
necesarios para curarles. Sería irresponsable por mi parte no alertar
a la sociedad del peligro que estamos corriendo si mantenemos esta
actitud. Hay censura científica porque el tinglado económico que mueve
el SIDA es insospechado. Por ejemplo, en la clínica de la Universidad
de Francfort hay 24 personas que trabajan en la sección dedicada
al SIDA. Pues bien, 23 de ellas reciben su salario de la industria
farmacéutica y sólo una de la Universidad. Es fácil suponer entonces
la terapia que van a administrar a las personas afectadas de inmunodeficiencia.
Sí, claro; los tratamientos propuestos oficialmente,
que no son precisamente los menos agresivos
En efecto. Y, en este sentido, debe quedar claro que es importante
utilizar medicamentos que no sean agresivos, sobre todo, insisto,
para las mitocondrias, que utilizan el 80 por ciento de nuestro oxígeno.
Si la cadena de oxigenación de las mitocondrias, sin la cual nadie
podría respirar, se daña, entonces no resulta sorprendente que al
paciente le falte el aire. Y es un hecho que los afectados del llamado
SIDA padecen asiduamente enfermedades pulmonares. La investigación
de las mitocondrias es muy importante y, desgraciadamente, hasta ahora
ha sido ignorada por la mayoría de la clase médica. En vez de eso,
se ha diseñado un supuesto virus cuya sustancia genética y cuyas proteínas
nadie ha sido capaz de aislar. Sin embargo, todo el mundo habla de
un virus mortal relacionado con el sexo, ya que así constituye un
arma muy potente de dominación política.
¿Dominación política? ¿En qué sentido?
Parece claro que en Occidente y en otras zonas ha servido para imponer
un terror psicológico de masas. No creo que sea exagerado decir que
la oleada contestataria de los años sesenta se deshizo en los ochenta
en gran parte gracias al SIDA. Además, hay casos ilustrativos. En
Rusia, por ejemplo, no había casos de SIDA hasta hace dos años porque
no habían adquirido los medicamentos propuestos por la medicina oficial.
En China el SIDA ni existe, ya que este país no pertenece
a la OMS y, por tanto, no ha entrado en los mecanismos de supuesta
detección de supuestos infectados y de tratamientos venenosos, generadores
ambos de SIDA. Asimismo, es ilustrativo señalar que se empezó a hablar
de epidemia de SIDA en Asia justamente cuando se celebraba la X
Conferencia Internacional de SIDA en Japón. En la India hay cifras
dramáticas desde hace poco; allí, una doctora afirma haber descubierto
nada menos que 12 virus de SIDA diferentes, y es
precisamente ese hecho lo que justifica tales cifras, que en realidad
están basadas en las suposiciones de esta investigadora. Resulta curioso
también que el 60 por ciento de los casos de SIDA en Alemania se presenten
en las seis ciudades donde se ubican los mayores departamentos sobre
SIDA, que fueron las únicas que no disolvieron los anteriores departamentos
de infecciosos y que sus jefes se hayan reciclado como especialistas
en SIDA, aunque estos lugares sólo representen a la octava parte de
la población.
Tratamientos no agresivos
¿Podría informarnos sobre los tratamientos
no agresivos para personas que presentan signos de imunodeficiencia?
Hay muchos, sobre todo aquellos productos que ayudan a recuperar el
funcionamiento correcto de las mitocondrias. Por ejemplo, la coenzima
Q-10, una ubiquinona natural, la carnitina, una proteína de transporte,
o el Padma-28, un producto de la fitoterapia tibetana muy adecuado
para eliminar radicales libres. También son positivos para esas personas
aquellos reguladores naturales de las proteasas, como el condritimsulfato,
que se encuentra contenido en el cartílago, y el agar, en algas marinas;
ambos carecen de los gravísimos efectos secundarios que tienen los
actualmente tan promocionados inhibidores de las proteasas.
Y, en general, son recomendables todos los tratamientos que contribuyen
a que el cuerpo funcione más armónicamente. En el caso de la melatonina,
que al ayudar a dormir mejor y a hacerlo de acuerdo con el ritmo de
la luz solar, hace que se restablezca el circuito pineal-hipotálamo-suprarrenales-cortisol,
con lo que se regula el nivel de anticuerpos en sangre. Es importante
recalcar que todos los productos aquí citados son eficaces y no dañan
el organismo humano, como hacen los medicamentos adscritos al tratamiento
oficial.
¿Qué mensaje de esperanza le gustaría dar
a los afectados por este problema?
Fui uno de los primeros médicos que me enfrenté al SIDA, porque también
fui uno de los primeros en encontrarme que me ponían la etiqueta de
SIDA encima. Y, aunque soy consciente del estado de inmunidad de mis
pacientes realmente enfermos, debo decir que hay que superar la histeria
y el miedo reinantes. No existe una epidemia mortal, como indican
las estadísticas oficiales si se interpretan correctamente y no con
la intención de crear pánico; luego no hay motivo para ponerse nerviosos.
Las personas que se encuentran con esta etiqueta tienen que reflexionar
y entender que no llevan una bomba de tiempo en su interior, porque
el VIH no existe. En caso de tener problemas de salud,
tienen que calcular la utilidad de determinados tratamientos no agresivos;
y ello al margen de la histeria del SIDA. No hacen falta supuestos
virus nuevos para entender lo que la medicina oficial ha denominado
SIDA. Ya es hora de que la medicina se ocupe de los puntos vitales
del ser humano y se aleje de intereses farmacéutico-industriales que
ven en el enfermo un modo fácil de incrementar dividendos.
Más información en: C.O.B.R.A. Grupo Científico-Médico
Pro-Replanteamiento del SIDA en España.
El virus del SIDA no existe
por Stefan Lanka 
Revista Continuum, volumen 4, número 3
Setiembre - Octubre de 1996
Pertenece a ese grupo de científicos que abogan por
una revisión total de la hipótesis oficial del SIDA. Pero el virólogo
alemán va aún más lejos al afirmar que el virus VIH, supuesto responsable
de la enfermedad, sencillamente no existe, afirmación cuando menos discutible
y poco compartida por la mayoría de sus colegas -incluidos el más de
un centenar de investigadores disidentes de la hipótesis ortodoxa-.
En cualquier caso, sus demás afirmaciones merecen ser tenidas muy en
cuenta. De ahí que Más allá de la ciencia decidiera entrevistarle.
Biólogo y virólogo por la Universidad de Konstanz,
en Alemania, Stefan Lanka fue el primer científico que ha conseguido
aislar un virus de un alga eucarótica marina -el Ectocapus Siliculosus
Virus, también llamado ESV-; y, sin embargo, no sería
tal hallazgo el que le hiciera popular, sino la adopción de una postura
claramente enfrentada a la oficial en torno al Síndrome de Inmunodeficiencia
Humana o SIDA. Y ello porque, para este biólogo alemán, el virus del
SIDA -el famoso VIH- sencillamente, no existe. Una
hipótesis cuando menos discutible y poco compartida por la mayoría de
sus colegas. Y es que no sólo los científicos que apoyan la versión
oficial de que el VIH provoca SIDA difieren de él, sino que incluso
el más de un centenar de investigadores disidentes de la hipótesis ortodoxa
tampoco coinciden con algunas de sus apreciaciones, arriesgadas y polémicas.
En este sentido, cabe recordar que la mayoría de los
científicos escépticos o contrarios a la versión oficial -encuadrados
en el llamado Grupo por la Reevaluación Científica de la Hipótesis
VIH=SIDA-, consideran que el supuesto virus VIH no es el responsable
de provocar el síndrome de inmunodeficiencia humana, pero no cuestionan
su existencia, como sí hace el doctor Lanka.
En cualquier caso, Más allá de la Ciencia
consideró conveniente saber algo más sobre las teorías de este virólogo,
asistiendo a la conferencia y posterior rueda de prensa que éste ofreció
durante su última visita a Barcelona, realizada con el objetivo de organizar
un curso y dar a conocer en nuestro país su particular conclusión de
que el VIH es una ficción y no el devastador agente biológico que la
clase médica y la mayoría de los medios de comunicación han hecho creer.
Estas son algunas de las confesiones de este virólogo rebelde:
El estrés de las células. - Usted sostiene,
en contra de la opinión de la mayoría de sus colegas, que no se ha descubierto
hasta la fecha ningún virus llamado VIH. ¿En qué se basa para realizar
esta afirmación?
En 1970 se comprobó una actividad enzimática nueva que rompió el dogma
central de la genética molecular: cuando el ADN se transcribía a la
sustancia mensajera del ARN y ésta hacía lo mismo en la proteína, la
actividad subsiguiente transformaba el ARN nuevamente en ADN. Pues bien,
los científicos de la época creyeron haber descubierto la explicación
del cáncer y una manera de localizar virus nuevos. Sin embargo, 6 ó
7 años después otros científicos demostraron que esa actividad era normal
en las células de cualquier ser vivo y la denominaron transcriptasa
inversa. Hoy en día, ciertos virólogos afirman que si hay transcriptasa
inversa es porque existen virus, contradiciendo esa ley universal acordada
en 1976. Y aquí pretenden demostrar la existencia del VIH, cuando en
realidad se trata de un proceso natural del organismo de cualquier especie
viva.
¿Cómo es posible, en ese caso, que los test
del VIH arrojen en algunas personas resultados positivos y en otras
negativos?
Esas pruebas detectan los anticuerpos que se han formado frente
a las proteínas, anticuerpos que son el resultado del estrés de las
células. Por tanto, si una persona está estresada puede dar positivo.
En ese caso, aconsejo repetir la prueba cuando el individuo se haya
estabilizado anímica y físicamente; y comprobará que el test
sale negativo.
Si aceptamos la validez de su hipótesis, ¿qué factores influirían
entonces para desencadenar un típico caso de SIDA?
Sobre todo, los tratamientos médicos oficiales de los que hemos abusado
y que son muy nocivos. Hay muchos organismos que han sido dañados en
el pasado con el abuso de antibióticos tan perjudiciales para la salud
como las sulfonamidas, que actúan contra las bacterias y las mitocondrias,
células que son los centros de oxígeno del organismo y se destruyen
con tales medicamentos. Además, dichos fármacos fueron administrados
por los médicos durante períodos de un año cuando la prescripción recomendaba
que no se utilizaran más allá de 6 o 7 días. Precisamente el de los
homosexuales fue el sector de la sociedad que más consumió estos fármacos,
debido a las infecciones que contraían por una vida excesivamente promiscua.
No obstante, hay personas con síntomas terminales
de SIDA que no han consumido esos medicamentos.
Es cierto, pero también hay que decir que la mayoría de ellas sufren
alguna de las 32 enfermedades que se relacionan con el SIDA y que ya
mataban antes de la invención de éste. Los médicos oficialistas
consideran que el VIH destroza el sistema inmunitario, una de las muchas
hipótesis falsas vinculadas al SIDA, y por eso afirman, por ejemplo,
que los cánceres que aparecen en esos enfermos se deben a ese modo de
actuar del VIH; incluso se atreven a hablar de un cáncer exclusivo para
homosexuales. Y es que cada vez que añaden una nueva enfermedad al síndrome
se hace con la intención de aumentar los casos de SIDA. ¿Es eso científico?
Es más: ¿es ético?...
Los grandes números ilusionistas llamados 'Estadísticas
del SIDA'
por el Profesor Jens Jerndal.
M.D.(MA), D.Sc.h.c., M.Sc., B.A., F.W.A.I.M.
Estas pruebas llamadas "del VIH" se usan tajantemente para
pronunciar condenas de muerte, y sólo son pruebas que indican la presencia
de anticuerpos no especificados en la sangre del paciente, anticuerpos que
pueden haber sido generados por más de 60 condiciones diferentes que no
tienen nada que ver ni con el SIDA ni con el ilusorio VIH.
Supuestamente las estadísticas son la piedra fundacional
de la ciencia moderna, una ciencia exclusivamente preocupada por las cantidades,
las medidas y los números, y utilizados como prueba indiscutible. Desafortunadamente,
es fácil producir resultados erróneos o parciales involuntariamente al sólo
pasarse por alto ciertas reglas complicadas y específicas para tomar muestras
o sopesar la información.
Pero lo más fascinante de las estadísticas es que un astuto
estadístico puede hacer magia con las cantidades, e intencionalmente crear
la ilusión de probar o desaprobar casi cualquier cosa.
Las estadísticas del SIDA son un
escaparate de lo ilusorio. Son claramente fabricados de encargo, utilizando
varios trucos ilusionistas para inflar los números hasta el punto donde
inspirarán suficiente terror o pánico en la población para permitir a los
que ejercen el poder introducir medidas excepcionales de control sobre la
población por medio de la fuerza, tales como intervenciones “médicas” obligatorias,
y restricciones a la libertad de movimiento y actuación. Algo así como un
toque de queda para contener una situación de solevantamiento o guerra.
Por el momento, olvidemonos de las posibles razones para
tal manejo de poder, y sólo observemos la forma en que las estadísticas
del SIDA son manipuladas de hecho, intencionalmente, para transmitir
una impresión groseramente distorsionada de la realidad subyacente, con
proyecciones alarmistas e infundadas para el futuro.
¿Cuáles son los trucos ilusionistas a que me refiero? Primero
que nada, se emplea una técnica de reporte acumulativa, que no es utilizada
para otras enfermedades y que no tiene otra base lógica o utilidad que la
de crear la impresión de que las cantidades son más grandes de lo real y
que van en aumento. En lugar de informar cuántos nuevos casos de SIDA
se han registrado en un año en particular, se proyecta el número total acumulado
desde que comenzó el reporte. Esto crea más impacto y, con suerte, la gente
lo entiende como una cifra anual.
Una segunda técnica generosamente utilizada para reportar
la evolcuión del SIDA es cambiar cada tanto la base
de los números incluidos, especialmente cuando las cifras no conforman las
expectativas. Esto se ha hecho en varias formas, la más importante siendo
la ampliación de definiciones de lo que se diagnostica como SIDA.
Por ejemplo, se han sumado enfermedades nuevas a las llamadas “definitorias
del SIDA”, de modo que ahora hay al menos 29 tales enfermedades diferentes,
que todas existieron antes de la entrada del SIDA
en escena.
Cuando una de estas enfermedades va acompañada de una prueba
positiva del VIH es considerada como SIDA,
pero si la prueba es negativa, la misma vieja enfermedad no se diagnostica
como SIDA.
Lo que hay que saber, es que estas pruebas llamadas “del
VIH” o incluso “del SIDA” y que se usan
tajantemente para pronunciar condenas de muerte, en realidad sólo son pruebas
que indican la presencia de anticuerpos no especificados en la sangre del
paciente, anticuerpos que pueden haber sido generados por cualquiera de
más de 60 condiciones diferentes que no tienen nada que ver ni con el SIDA ni con el ilusorio VIH.
Es fácil comprender que cuantas más enfermedades se incluyan,
más grande será la cantidad de gente afectada por ellas. Ésta es una de
las formas por las cuales se puede mostrar que el SIDA
aumenta en cantidades, cuando los hechos reales muestran lo contrario. El
hecho es que el número de nuevos casos de SIDA en
los Estados Unidos llegó a su pico en 1992 y ha disminuido desde entonces.
No es la impresión que recibimos de los medios, las autoridades estadounidenses
o las agencias de las Naciones Unidas. También es importante ser conscientes
del hecho de que en África no se requiere la prueba del VIH
para diagnosticar el SIDA. Cualquier enfermedad
que dure más de un mes y tenga ciertos síntomas será automáticamente diagnosticada
como SIDA. Todas aquellas enfermedades han existido siempre, y eran
comunes desde mucho antes de que existiera el concepto del SIDA. Ésa es una de las muchas razones para los números inflados
de los casos de SIDA en África. Pero aún con esta
definición liberal los números reales son mucho más pequeños de lo que se
lee en los periódicos.
La razón para esto es que las cifras que vemos no están
basadas en hechos reales, sino en “estimaciones”, liberalmente condimentadas
con infladas proyecciones del futuro, tan imaginativas como infundadas.
Obviamente, es preferible usar “estimaciones” mientras sea posible, pues
éstas pueden ser infladas a voluntad, en lugar de quedarse con las cantidades
menos glamorosas de los registros existentes. Además, cuando uno quiere
publicar la cantidad de “Infectados de VIH”, las estimaciones son la única
opción, pues no hay forma de conocer la cifra. Sólo un pequeño porcentaje
es sometido a la prueba de anticuerpos, falsamente etiquetada “prueba de
VIH”, de modo que cualquiera es libre de estimar las cantidades. Si sólo
se informara la cantidad de casos diagnosticados correctamente con la enfermedad
del SIDA (y no la construcción nunca probada “infectado
con el VIH”, las cifras ciertamente no causarían alboroto alguno, y
mucho menos pánico.
En un reporte reciente de los Estados Unidos, se sostuvo
que al menos un tercio de las personas VIH positivas
¡ni siquiera sabía que estaban infectadas! Si ellos mismos no lo sabían,
y nunca se han hecho la prueba, entonces ¿cómo podía el investigador, o
cualquier fuente que usara, saber que esta gente era VIH
positiva? Las estadísticas del SIDA están llenas
de este tipo de aseveraciones absurdas y sin sentido, pero nadie parece
notarlo, ni reaccionar.
Una de las pocas fuentes fácticas de estadísticas africanas
sobre el SIDA es la prueba de anticuerpos (llamada de VIH) en mujeres embarazadas en los centros públicos de maternidad.
Los resultados de la prueba muestran que un alto porcentaje es “VIH positivo”.
¿Por qué? Porque hay más de 60 condiciones médicas diferentes que pueden
dar un “falso resultado positivo”, ¡y entre estas está el embarazo mismo!
Otras son cualquier tipo de vacunaciones e infecciones recientes incluyendo
la gripe corriente, además de enfermedades endémicas en Africa tales como
hepatitis, malaria y tuberculosis.
Considerando que la prueba es realizada en mujeres embarazadas,
cuando el embarazo es una de las causas reconocidas para un falso positivo,
y considerando que las mujeres a menudo pobres y desnutridas que van a esos
centros con gran probabilidad también se hayan expuesto a varias de las
otras condiciones, es predecible que un alto porcentaje de ellas deba dar
un falso positivo. Sin embargo, esto no significa ni que son realmente positivas
– lo que, además, no significa nada en sí – y ciertamente no significa que
por eso desarrollarán alguna vez el SIDA.
Aún así, estos resultados evidentemente imprecisos, y esencialmente
sin sentido son computados y aplicados a toda la población africana, hombres
y mujeres, viejos y jóvenes, ricos y pobres. Como si se aplicaran igualmente
a todos y como si fueran prueba de la incidencia del SIDA.
Nada de eso es cierto, y cualquiera con un conocimiento rudimentario de
las pruebas y las estadísticas debería ser consciente de ello. Así es cómo
se fabrican y se da publicidad a las estadísticas del SIDA
en África.
Incidentalmente, aparte de las más de 60 causas comunes
para un resultado de “falso positivo”, se ha probado que los resultados
para una y la misma persona pueden variar de una ocasión a otra, aún en
el mismo laboratorio, y aún más de un laboratorio a otro, y de un país a
otro. La razón es que no hay una regla de oro para la prueba, es decir que
es arbitrario exactamente desde dónde en una escala continua se registra
un resultado positivo. Y este tipo de pruebas se utiliza para decirle a
los pacientes que morirán de SIDA, y que para prolongar el proceso debe tomar drogas obscenamente
costosas que los enfermarán e incluso los matarán, pero nunca los curarán.
Éste es el trasfondo para la renuencia del presidente sudafricano
Mbeki a ofrecer estas drogas no solo ineficaces, sino fatalmente dañinas,
a expensas del Gobierno, a su gente, y especialmente a mujeres embarazadas
y a recién nacidos. Y muy buena razón tiene para ello. Sin embargo, las
fuerzas políticas internacionales contra las cuales está luchando, son más
fuertes que él.
Otro ejemplo de los espejismos en la publicidad del SIDA es el siguiente. Un estudio demostró supuestamente que
un grupo de hombres jóvenes a quienes les daron “VIH
positivo” presentaban un mayor índice de muerte que un grupo que no era
“VIH positivo”, y cualquiera que leyera esto asumiría automáticamente
que los hombres VIH positivos murieron de SIDA.
Sin embargo, el estudio no especificó las causas de las muertes en el grupo
VIH positivo. Cuando fue investigado, si bien hubo
una correlación entre el resultado “VIH positivo” y un índice de muerte ligeramente más elevado,
se descubrió que esas muertes no fueron causadas por el SIDA. Un típico caso de estadística usada como cortina de humo.
En África, la información oficial de casos de SIDA
está además basada en criterios que varían de una área a otra, y de una
agencia a otra.. El hecho de que hay apoyo financiero para los casos de
SIDA, mientras que éste no es el caso para las enfermedades
viejas, también impulsa a los interesados a reportar cualquier enfermedad
como SIDA, cuando de hecho son simples casos de
tuberculosis, malaria u otras enfermedades endémicas clásicas de África.
Curiosamente la tuberculosis y la malaria, ambas muy comunes
en África desde siempre, son entre las varias enfermedades que han sido
incluidas entre las enfermedades definitorias del SIDA,
y todas ellas pueden dar un resultado de “falso positivo” en la prueba de
VIH. Ingenioso, ¿verdad? ¿Ven el humo y los espejos?
De acuerdo con estimaciones oficiales de UNAIDS,
a finales de 2000 unos 36,1 millones de personas en todo el mundo estaban
“infectadas” y “viviendo con VIH/SIDA”. De éstas,
25,3 millones supuestamente viven en el Sub-Sahara africano. Mi pregunta
sobre esta cifra es: ¿Cómo lo saben? En el tercer mundo, el SIDA
puede ser diagnosticado sin la llamada prueba de VIH,
pero la “infección de VIH” no, y es un hecho de que muy poca gente está
siendo examinada, y los que dan un resultado positivo sólo integran una
infinitesimal porción de los 36,1 millones que afirma el UNAIDS
que está “viviendo con VIH”. ¿Cómo justifica UNAIDS
el resto?
Típicamente, no se hace distinción entre por un lado ser
VIH positivo mientras se está sano, y por otro lado estar realmente
enfermo de SIDA “fulminante”, ¡como si fuera la
misma cosa! Ésta es otra de las muchas cortinas de humo. La misma fuente
estimó (¡) que el número de nuevas infecciones en 2000 sería de 5,3 millones
en todo el mundo. El número estimado (¡) de muertes totales de SIDA (observen el reporte acumulativo) se dice que sería de
21,8 millones.
Puesto que sabemos que extremadamente pocas pruebas de
HIV se realizan en África debido a su alto costo, no podemos
evitar de preguntar cuál es la base para estas estimaciones. Y aún más así
como sabemos que la cantidad de muertes por SIDA
oficialmente registrada desde el comienzo de la “epidemia” hace casi 20
años, alcanza sólo una pequeñísima fracción de las estimaciones propagadas
por UNAIDS. Y esto a pesar de todas las razones descritas para inflar
las estadísticas de SIDA en África.
Un argumento ofrecido por los inflacionistas de la estadística
para explicar esta discrepancia, es que la mayoría de las muertes por SIDA son reportadas como algo diferente, tanto porque la gente
no quiere admitir que sus parientes murieron por tal enfermedad avergonzante
o aun ¡porque no sabían que era SIDA! Pero aquellos
que hacen las estimaciones aparentemente lo saben. Sin ninguna prueba de
VIH. Uno se pregunta cómo. ¿Por pura adivinación? Algo aquí
no encaja.
¿Qué más podemos inventar para conjurar la impresión de
que el SIDA es una pandemia de rápida extensión que amenaza con diezmar
a la población mundial, a menos que nos anticipemos y la derrotemos obligando
a la gente a atragantarse con quimioterapia costosa y letal, engañosamente
llamada “antiretroviral”?
Una cosa es elegir el grupo de edad que tiene el índice
de muerte más bajo de todos, como por ejemplo los jóvenes entre 20 y 30
años, y descubrir que el SIDA (o más probablemente los “antiretrovirales” prescritos
para ello) es “la principal causa de muerte” de este grupo. Asegúrense de
no revelar el porcentaje real, ya que por ser muy pequeño disolvería el
efecto. Pero debido a que muy poca gente de este grupo muere de causas naturales,
se puede inferir que el SIDA es “la causa principal”
o al menos “una causa principal” de muerte en este grupo, junto con el suicidio
y los accidentes.
Publicando esto con toque de clarines y trompetas, el público
fácilmente llegaría a la falsa conclusión de que el SIDA
es una causa principal de muerte, punto. O que al menos un porcentaje muy
alto del grupo en cuestión muere de SIDA. Cuando
la verdadera escala de muerte por SIDA, aún en este
grupo, puede ser tan baja como una fracción del uno porciento. Ahora lo
ven – ahora no. Es una manera en que los ilusionistas realizan su magia
estadística sin mentir realmente.
Finalmente, podemos jugar la eficaz carta emocional de
los húerfanos, estimando todos los millones de huérfanos que hay por el
SIDA. La definición de huérfano es un niño que ha perdido uno
de sus padres de cualquier manera, y en realidad no existe documentación
confiable para saber cuántos de esos padres desaparecidos murieron por SIDA, o si murieron realmente. Hasta ahora la razón más común
de la pérdida de padres en África son las guerras que han estado azotando
el continente por décadas para desestabilizar la región y vender armas.
Un ejemplo de la India ilustra lo que está ocurriendo.
Las estadísticas oficiales presentadas en las Naciones Unidas anunciaron
que India tenía 560.000 huérfanos de SIDA – ¡con
sólo 17.000 muertes por SIDA! Durante una conferencia de prensa, un periodista preguntó
al Dr. David Miller, el Representante de UNAIDS
en el país, de dónde sacaron esas cifras de huérfanos por SIDA. No tuvo respuesta.
El ministro de salud indio refirió la cuestión a la persona
que se encarga de la recolección de datos del VIH/SIDA
para el Gobierno. Dijo que no había estimaciones del número de huérfanos
de SIDA en India. Cuando se preguntaron al Dr. Miller cuál era
su fuente de la estimación, dijo: “No puedo revelar esa fuente. Tendré que
hablar con mis colegas en Ginebra sobre eso.”
Otra cosa que no ha dejado de fascinarme es cómo las agencias
públicas supuestamente profesionales y responsables como WHO
pueden saber que, por ejemplo, la incidencia del VIH
(a menudo interpretado como igual al SIDA) en las
adolescentes africanas ha aumentado un 26 % (o cualquiera sea el porcentaje
reportado) de un año a otro. ¿Cuál es la fuente de este tipo de cifras?
¿Es una escuela donde se realizó la prueba a unas pocas niñas durante el
año anterior y se volvieron a examinar a otras al año siguiente? ¿Ese año
tal vez después de que fueron vacunadas o tenían su brote anual de gripe?
– ¿O se limitó a adolescentes embarazadas? ¿A cuántas niñas se hizo la prueba?
¿Cómo fue hecha? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¡Podemos ver los estudios, por favor!
La mayoría de la gente no se da cuenta de que a menudo,
cuando se da un porcentaje para un país o un grupo de gente, sólo un pequeño
número de gente fue realmente investigado. El porcentaje encontrado en esa
pequeña muestra se acepta como generalmente válido para todo el grupo, o
todo el país, por más grande que sea el riesgo de que los investigados no
sean representativos a todo el grupo a que se aplica. Un estadístico que
conoce su oficio y que quiere engañar, puede eligir su muestra de tal forma
que favorezca un cierto resultado, sin manipular las cantidades como tales.
Para redondear esta exposición de los ilusionistas estadísticos,
daré un ejemplo dramático de lo qué se puede ocultar trás la confiabilidad
aparente de las estadísticas sobre la llamada “prueba del VIH”.
Se ha alegado que una cierta prueba de VIH
tiene un 98% de fiabilidad. En función del argumento, asumamos que éste
es un índice correcto. Debido a que nuestra cultura está hipnotizada por
los números y las cantidades, los porcentajes y las mayorías, esto sonará
muy alentador para muchos. Pero ¿qué puede significar esa verdad estadística
para las personas individuales, en la vida real? Echemos un vistazo.
En una muestra de la población estadounidense promedio,
la estimación aceptada sobre la prevalencia del VIH
es de un orden del 0,04% por 10.000 personas. Asumiendo que examinamos a
100.000 estadounidenses, esperaríamos encontrar 40 VIH
positivos. Esto significa que el resto de las 99.960 personas son VIH
negativas. Sin embargo como la prueba es solo un 98% segura, puede identificar
falsamente un 2 % de estas 99.960 personas como VIH
positivo En otras palabras 1,999 personas! Eso significa que un 98%
de los así identificados por la prueba como “VIH positivos” no
son positivos. En otras palabras, la prueba, que dice ser un 98% segura
y así probada para uso comercial, es de hecho un 98% imprecisa desde
el punto de vista de quienes tuvieron resultado positivo.
Imaginen el destino de esas 1.999 personas sanas cuando
se les dice que pronto tendrán SIDA, y son exhortadas,
intimidadas, o seducidas por el establecimiento médico oficial a tomar AZT y drogas similares amenazantes para “retrasar el comienzo
del SIDA”. Aparte del enorme costo de este tratamiento (y las ganancias
del negocio farmacéutico) , ¿cuántos de ellos creen que sobrevivirán tal
odisea? No muchos, les puedo asegurar.
¡Qué escenario diabólico! Toda la población es obligada
por terror a hacer la prueba, y todos quienes son positivos deben comprar
AZT o un tratamiento de drogas igualmente tóxico,
que lleva a una muerte segura. Si aún creen en la propaganda de los medios
de que el AZT es una droga que salva vidas, investiguen
algunos hechos fácilmente verificables en el sitio web www.virusmyth. com,
hagan click en FIND; luego en AZT
para una amplia elección de información de hechos, y finalmente en Anthony
Brink para el trasfondo de un caso pendiente de la corte en Sudáfrica.
Asumimos solamente que la prueba es realmente un 98 % precisa.
Parece que nadie ha pensado en preguntar cómo puede ser establecida esta
cifra, ya que no existen controles verifiables. Como el resto del dogma
imperante del SIDA, y la mayor parte de la “ciencia del VIH”, es simplemente
un acto de fe. En realidad, en la base de lo que hemos descubierto en este
artículo, sabemos que el margen de error puede ser muy grande. Pero también
sabemos que tener un resultado positivo en una prueba de anticuerpos no
específicos, o contra un hipotético VIH que nunca
fue aislado, no significa nada, pues por sí mismo no tiene valor predictivo
alguno para el desarrollo de SIDA.
¿Debemos entonces concluir que todo que nos dicen
del SIDA y del VIH no es más que humo y
espejismos para tentar al público confiado “en riesgo” a una ciénaga de
redituables pruebas y tratamientos, abiertamente confesado que no llevan
a ningún lado sino a la obliteración y a la muerte?
Una interpretació n todavía más siniestra es que el pánico
y el terror generados por la intensa campaña publicitaria, están intencionalmente
diseñados para allanar el camino a un estado global de emergencia, justificando
restricciones a largo plazo a los derechos y libertades civiles, y hasta
intervenciones militares.
Fue siniestra de verdad, la nota que hizo sonar la presidencia
de Clinton en 2000 cuando el SIDA era declarado
una cuestión de seguridad nacional. Y no se refería al SIDA
en los Estados Unidos, sino el SIDA en el mundo,
y especialmente en África. ¿Podemos rastrear una agenda política oculta
detrás de esto, tal vez hasta una trama poderosa para el control global?
Pudo no haber sido el comienzo fríamente planeado de un
consistente escenario político, pero tal vez deberíamos, después de, todo,
recordar cómo comenzó todo. Fue la administració n Reagan-Bush durante un
año electoral – sin previa revisión de pares, debate científico público
o consenso – que declaró que un nuevo retrovirus era “la causa probable
del SIDA”, sin ninguna prueba científica, y prometiendo una vacuna en un
período de dos años. Eso fue en 1984, el año que marcó el título del famoso
libro visionario de George Orwell sobre un gobierno futuro llamado “Gran
Hermano”. Desde esa declaración en abril de 1984 el gobierno federal de
los Estados Unidos tomó control dictatorial de la “epidemia” de SIDA,
pronto promovida a “pandemia”, mientras las autoridades federales de los
Estados Unidos solos decidían qué investigación solventar, qué tratamientos
(= drogas) aprobar, qué debería ser publicado en los diarios profesionales,
y qué decir a la población a través de los medios.
Contra este trasfondo, se entenderá con más facilidad que
la presencia del nuevo retrovirus VIH en la gente
que “dio positivo”, es sólo inferida por ciertos “marcadores” no específicos
mientras que, hasta la fecha, no se ha aislado tal virus de un paciente.
Créase o no, éstos son los hechos y cualquiera que quiera tomarse la molestia
puede verificarlo. Muchos investigadores inmejorablemente acreditados y
con sumo prestigio señalan que los anticuerpos no específicos descubiertos
en una “prueba VIH positiva” no constituye prueba alguna de “infección de VIH”.
¡Muchos incluso sostienen que el vilipendiado VIH
probablemente ni existe, y aún si existe, no es definitivamente capaz de
causar SIDA!
¿Han notado, por cierto, que las personas oficialmente
declaradas “en riesgo” fueron primero blancos socialmente indeseados, a
saber varones homosexuales, adictos a drogas intravenosas, prostitutas y
hemofílicos; luego los negros pobres de los Estados Unidos, y ahora principalmente
los negros africanos del Sub Sahara? Y que la primera – y por mucho tiempo
la única – droga autorizada en los Estados Unidos para los pacientes de
SIDA fue AZT , una droga inventada para tratar el cáncer en los años
1960 pero entonces considerada demasiado tóxica para ser aprobada para el
consumo humano. Sin embargo, para los grupos de riesgo del SIDA fue aprobada en un procedimiento “exprés” que luego se
reveló como fraudulento.
Para un número creciente de profesionales y observadores
agudos es cada vez más obvio que el SIDA no es causado
por ningún virus, que no se transmite sexualmente, y ni siquiera es contagioso.
Por el contrario, el SIDA es un síndrome multifactorial,
y entre sus causas más importantes destacan drogas de todo tipo junto con
químicos venenosos, entre ellas los insecticidas, los pesticidas, y los
lubricantes anales relacionados con el benceno utilizados por algunos homosexuales.
Otros factores pueden ser múltiples infecciones parasitarias, virales y
bacterianas, acompañadas por mala nutrición. Al final, y no menos, figuran
drogas de prescripción médica, y más particularmente las extremadamente
tóxicas prescritas rutinariamente para el SIDA y
la “infección de VIH”.
No escasean los tratamientos efectivos no tóxicos para
el SIDA, y es perfectamente posible curarlo. Sólo tenemos que reconocer
las verdaderas causas, y dejar de envenenar a la gente hasta que mueran.
¿Cómo encaramos esta situación?
Elevando nuestro nivel de conciencia y cuestionando toda la información
que recibimos de los medios de comunicacaión y de las agencias de gobierno,
y más particularmente así si se originan en cuarteles con intereses económicos
o políticos creados.
No dejando que nos usen, nos intimiden o nos sacrifiquen
en los altares de la ciencia corrupta, los juegos políticos de poder y la
despiadada ganancia del negocio de las drogas.
Y sobre todo: ¡*utilizando nuestro sentido común* y pensando
por nosotros mismos!